PAU de Vallecas, el barrio abandonado por todos
Imagínese en los años previos al estallido de la burbuja inmobiliaria. Usted decide hipotecarse de por vida en el que parece que será uno de los barrios más vanguardistas de Madrid, el PAU de Vallecas. Pero pasa el tiempo y lo que sobre plano iba a ser el idílico lugar donde formar una familia se queda a medio construir. Su casa vale ahora la mitad del precio por el que la compró, las zonas verdes siguen siendo secarrales que se incendian frecuentemente y sus hijos probablemente tendrán que estudiar en otro barrio ante la escasez de centros públicos.
Además, usted tendrá también que aprender a convivir con el Centro Tecnológico de Valdemingómez, donde se reciclan residuos y se fabrica abono y biogás. El parque, situado a unos dos kilómetros del barrio, se hace notar cada vez que el viento sopla en dirección noroeste. El hedor varía según el día, aunque la sensación, como define gráficamente el presidente de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM), Enrique Villalobos, «es como si te echasen al lado un camión de estiércol».
Una de las principales reclamaciones de los vecinos es la escasez de dotaciones públicas en el barrio. No hay ninguna comisaría de Policía, sólo existe un centro de salud y faltan plazas escolares, algo a lo que pondrá remedio este proyecto de colegio público, aún en obras. OLMO CALVO
Villalobos, habitante del barrio (o «colono», como él se considera) y miembro de la Asociación Vecinal PAU del Ensanche de Vallecas, lleva denunciando durante los últimos años la dejadez de las instituciones que, denuncia, pesa sobre el Ensanche, «un barrio que administrativamente ni siquiera existe como tal». Lo que a priori podría parecer un detalle sin importancia provoca situaciones tan llamativas como que este barrio-no barrio carezca de una comisaría de Policía propia. La más cercana de la Policía Nacional se encuentra en Entrevías y de la Municipal, en la UVA de Vallecas. Algo parecido sucede con los centros de salud. El PAU sólo dispone de uno y en una de sus esquinas.
Ambiente desolador
Es sábado por la mañana y el ambiente que reina en sus calles es desolador, más allá del fuerte tráfico que soportan la M-45 y la A-3 a su paso por la zona. Un runner corre por sus calles-autovía de hasta 10 carriles y plagadas de solares vacíos. A su cruce le sale algún ciclista, que prefiere desfilar por las aceras, prácticamente vacías, antes que por los escasos y serpenteantes carriles-bici que tímidamente se disponen por la vasta superficie de más de 700 millones de metros cuadrados que componen el Plan de Actuación Urbanística de Vallecas.
El proyecto, que quedó definido en 1997, iba a comprender la construcción de 28.000 viviendas, el 53% de ellas protegidas, que darían cabida a unas 100.000 personas. Actualmente viven unas 35.000, que comenzaron a llegar en 2006. El corazón de la vida social de esta semiciudad se encuentra en La Gavia, el centro comercial más grande de Madrid. Parece que, a falta de plazas y centros de reunión en la vía pública, todo el barrio ha decidido pasar el día allí. Este edificio encarna para los vecinos lo mejor del PAU, junto a sus tres estaciones de Metro (La Gavia, Valdecarros y Las Suertes), el hospital Infanta Leonor y el Centro Alzheimer de la Fundación Reina Sofía.
La pretendida joya de la corona del proyecto urbanístico, el Parque de La Gavia, sufre la misma suerte que el resto de zonas verdes: la falta de riego ante la carencia del servicio de agua reutilizada. El parque, que iba a ser el pulmón verde del sureste y una de las sedes de los Juegos Olímpicos del fallido Madrid 2016, está comenzado y abierto al público, pero apenas hay vegetación y se parece poco más que en el nombre al proyecto diseñado por el prestigioso arquitecto japonés Toyo Ito.
El parque de La Gavia fue diseñado por el arquitecto Toyo Ito (premio Pritzker en 2013) y formó parte de la candidatura olímpica Madrid 2016, pero ha quedado abandonado a medio hacer y nunca se ha llegado a inaugurar. Iba a ser el 'pulmón verde' del sureste; hoy apenas tiene vegetación. OLMO CALVO
Inseguridad
Desde hace años los vecinos también tienen que lidiar con las «okupaciones mafiosas», en palabras del presidente de la FRAVM. Varios bloques de viviendas del Ensanche sufren desde hace más de un año la presencia de familias de etnia gitana que presuntamente okupan y alquilan algunas viviendas vacías y venden droga en otras, hechos por los que han sufrido numerosos enfrentamientos con vecinos residentes en calles como Antonio Gades o Eduardo Chillida. «Hay mucha gente amenazada», asevera Villalobos.
Algunos de estos pisos pertenecen a la sociedad Encasa Cibeles, gestora de las 1.000 viviendas protegidas que la empresa Azora-Goldman Sachs compró al Instituto de la Vivienda de Madrid (IVIMA) en el PAU hace dos años. La empresa ha colocado cámaras de vigilancia, sensores de movimiento, puertas blindadas y guardias de seguridad en los bloques más conflictivos, pero ello no ha evitado la marcha de algunos vecinos.
Varios niños juegan en uno de los edificios que, desde hace un año, han sido okupados por familias de etnia gitana que presuntamente alquilan viviendas vacías y venden droga. Los enfrentamientos han sido constantes con los vecinos, algunos de los cuales han abandonado sus casas. OLMO CALVO
Es el caso de Aurora, que vivía en uno de los bloques de la calle Eduardo Chillida y puso tierra de por medio hace un mes y medio. «El piso era maravilloso, pero la convivencia con los okupas nos ha empujado a mí y a mi marido a marcharnos. Rompían los buzones, daban muchos golpes y hacían fogatas y fiestas a altas hora de la madrugada», se lamenta. La gestora tiene okupadas 106 viviendas, según su responsable de gestión y mediación, Carlos Rodríguez, que estima que el 70% se trata de okupaciones conflictivas y un 30% llevadas a cabo «por personas en situación de vulnerabilidad social».
Otro de los problemas que vienen sufriendo en esta zona del distrito de Villa de Vallecas en los últimos tiempos es la presencia de drogadictos en la estación de Valdecarros y en varios parques cercanos, donde es usual encontrar jeringuillas. La presión sobre las cundas -los taxis de la droga- en otras zonas de Vallecas o en la Glorieta de Embajadores ha provocado que muchos opten por desplazarse hasta la Cañada Real, colindante al PAU, a través del transporte público, aportando así su granito de arena al desmoronamiento del sueño que miles de personas depositaron en este barrio hace años.
Fuente: http://www.elmundo.es/madrid/2015/09/20/55fdcbe8ca47418d128b4589.html